in Revista de Arquitectura
Objetos regulares. Convenciones sociales en los colectivos de vivienda CORVI (1953-1973)
Resumen:
Los modos cómo las formas de la vivienda en altura son afectadas por convenciones y valores presentes en la sociedad son abordados en este trabajo tomando como estudio de caso los colectivos de vivienda desarrollados en la Corporación de la Vivienda (CORVI) entre 1953 y 1976. El texto discute las maneras en que este fenómeno adquiere la competencia de ser regular de forma independiente a la distribución normal de sus hechos, y describe el papel de las convenciones en la organización de esa regularidad. Utilizando datos del Catastro Nacional de Condominios Sociales del Ministerio de Vivienda e información bibliográfica, documental y planimétrica de los colectivos mencionados, se identifican tres maneras de expresión de la regularidad, asociadas a la serialidad, programa y tipología de las edificaciones, en las que las convenciones sirven como elementos de estructuración independiente a su contenido, lo que siguiere su utilidad heurística para el estudio de los procesos y repertorios de organización material de las sociedades.
INTRODUCCIÓN
Colectivos de vivienda fue la denominación que recibió un tipo de edificación en altura que adecuó al habitar de las clases trabajadoras chilenas, las propuestas de la arquitectura moderna para la vivienda de interés social ( Bustos, 2021 ; Castillo Fernández et al., 2022; Harris, 2020 ; Harris, 2021 ). Tal como sostiene Pérez Oyarzún, este tipo de bloques constituye, en el caso chileno, “una renovación tipológica radical en las soluciones de vivienda económica” y “manifiestan tanto la búsqueda de una nueva densidad urbana como una racionalidad en la orientación y en la disposición interna de las viviendas” (2017, p. 83); a pesar de que no constituyen un conjunto formalmente homogéneo presentan, en relación con otras formas de arquitectura residencial, una marcada comunalidad en el tipo de proporción morfológica de sus volúmenes y de sus programas ( Vicuña del Río, 2020 ).
Tomando en consideración este último aspecto, el presente trabajo discute los modos en que este fenómeno adquiere la competencia de ser regular de manera independiente a la distribución normal de sus hechos. El texto se pregunta acerca del papel de las convenciones en la organización de esa regularidad y, a su vez, el aporte de esa regularidad a la persistencia de esas convenciones como marco de las prácticas de diseño. Esta situación describe lo que Pierre Bourdieu (2019) identifica como una ‘estructura estructurante’, lo que permite trabajar con la hipótesis de que la duración de un conjunto de prácticas regulares, como las asociadas al diseño de los colectivos de vivienda por parte de la Corporación de la Vivienda (CORVI), pueden expresar la duración de un proceso como es la modernidad desarrollista en la sociedad chilena.
Por cierto, la duración institucional de CORVI, desde 1953 a 1975, es parte del mismo proceso que, visto como un conjunto de prácticas organizacionales, expresa lo que Alfonso Raposo (2001) identifica como un paradigma espacialmente organizado y procedimental, y que da pie a lo observado en este texto como modos de hacer que emplean la regularidad serial, la programática y tipológica para hacer concretas las convenciones de una sociedad sobre el habitar en altura ( Bustos, 2020 ; Vergara et al., 2021, Vergara et al., 2022). Las convenciones apelan a formas de experiencia pública en las que las prácticas están expuestas a momentos de crítica y justificación. A la luz de lo anterior, el texto que sigue propone la regularidad tipológica y programática de los colectivos CORVI como un espacio para la discusión sobre las estrategias materiales de la sociedad chilena.
MARCO TEÓRICO
Se emplea la noción de regularidad para dar cuenta de las continuidades que los diseños de colectivos de vivienda en altura de CORVI presentan y que pueden asociarse, más que a un modelo común, a una base cognitiva, a un marco de acción y/o un régimen de convenciones compartido por quienes estuvieron involucrados en esa labor. A diferencia de la noción de normalidad, que puede entenderse como el efecto de una forma de distribución de los atributos dentro de un conjunto de casos y que apela a un tipo de recurrencia, se considere inducida o no, y que articula una imagen representativa del conjunto observado asociada, por defecto, a un valor de aparición constante; la
regularidad puede ser considerada como el efecto que un tipo de enmarcamiento, de prescripciones o de reglas tienen sobre un conjunto de casos. La regularidad no es necesariamente representativa, pero es sintomática de la legitimidad de un orden práctico (Goldthorpe, 2017; Heinich, 2019).
La regularidad responde, como sostiene Reiner de Graaf, al sentido práctico que justifica la persistencia de un tipo de solución o de una idea:
¿puede construirse una obra a partir de una buena idea? [señala]. Si es así, ¿en qué consiste esa idea? ¿Es la medida de una buena idea lo que hace innecesarias otras ideas? Cuando se inventa algo bueno, ¿qué razón puede haber para no aplicarlo hasta que aparezca algo mejor? Una vez establecido el paradigma ideal, lo repetimos. Todo se desarrolla a partir de ahí; las opciones posteriores son evidentes (2017, p. 71).
De esta forma, De Graaf describe cómo las ideas se vuelven convenciones cuando son organizadas como soluciones regulares.
De manera similar, para Pierre Bourdieu, los hechos regulares son la base y la evidencia de la acción enmarcadora o normativa de las convenciones, así como un indicador de su legitimidad. Es más, para este autor “la verdad legítima con base consensual funciona con una fuerza que es precisamente la de lo performativo” (2019, p. 166) y, en la medida en que estas formas prácticas se tornan regulares, su base consensual se vuelve evidente (Raposo, 2001). La singularidad, o la baja intensidad reproductiva de formas regulares, indicaría lo contrario, es decir, una dispersión de las convenciones.
Como es posible notar, tanto las regularidades dentro de un conjunto de casos, como las convenciones que organizan sus similitudes apelan a ser reconocidas para adquirir evidencia y legitimidad. Esto coincide con lo que Max Weber describe como
corroboración, la cual implica una forma de experiencia pública en la que las prácticas, objetuales o no, prueban su legitimidad al ser reconocidas o no como replicables, y donde están expuestas a momentos de ajuste, crítica y justificación. Dicho de otra manera, lo convencional o lo adecuado de una acción, material o no, es siempre puesto a prueba antes de certificar “su inserción política y de una civilización de las cosas” ( Thévenot, 2001 , p. 87). Lo que luego observamos como regularidad corrobora la consolidación de estas convenciones y ayudaría a observar la duración de la legitimidad de esta.
Para Laurent Thévenot,
este marco de la acción es (…) el que corresponde a la noción común de objeto en la medida en que establece una diferencia radical de estatus entre un agente humano, un actor con intenciones y planes, y un agente-objeto que, como instrumento de la acción, se plasma en propiedades funcionales (2001, p. 86),
tal como ocurre con la regularidad y con la normalidad, que lo hacen consistente y pertinente para la interacción. Esto lleva a los objetos, materiales o no, a diversos modos de compromiso o adhesiones convencionales que permiten asociarlos a conjuntos económicos, culturales, ideológicos, técnicos o tipológicos. Como sugiere Thévenot, estos elementos “se combinan en una civilización de las cosas. Siguiendo paso a paso las operaciones necesarias para calificar los objetos y extraer de ellos propiedades esenciales, veremos surgir progresivamente otras formas de relacionarse con las cosas” (2001, p. 87).
En el caso de los colectivos de vivienda en altura diseñados por CORVI, sus diversas variaciones pueden ser adscritas a vectores como los mencionados que tienen la capacidad de explicar su comportamiento normal, de manera que es posible observar cómo su producción evoluciona según lo hacen los ciclos económicos, políticos y/o ideológicos de la sociedad chilena. Su regularidad, en cambio, radica en aquellos elementos convencionales asociados a su forma y programa que lograron mantenerse persistentes a través del tiempo y de los cambios.
METODOLOGÍA
Dado el objetivo de identificar las convenciones de diseño que articulan regularidad en el conjunto de colectivos de vivienda en altura diseñados por equipos CORVI entre 1953 y 1973, la metodología empleada se basó en un modelo de análisis descriptivo que, utilizando la técnica de trazado de proceso (Beach, & Brun Pedersen, 2019; Mahoney, 2012 )
identificó factores causales en la serie de bloques de viviendas diseñados por la Corporación de la Vivienda entre 1953 y 1975. La recopilación de información consideró revisión documental, que incluyó la búsqueda y análisis de planos de edificios y cortes generales de poblaciones y conjuntos habitacionales desarrollados por CORVI, a lo que se sumó la revisión de fuentes bibliográficas, en especial de libros y revistas especializadas. Junto con esto se desarrolló un análisis estadístico de la base de datos del Catastro Nacional de Condominios Sociales (Ministerio de Vivienda y Urbanismo [Minvu], 2014a) que permitió verificar el comportamiento de la producción de bloques en el período observado como un conjunto normal, mientras que el análisis de las tipologías de edificaciones realizado con la información anterior facilitó el abordaje de los aspectos consignados como regulares dentro de las 21 tipologías identificadas. Estos dos aspectos orientan lo que se expone a continuación.
LA DISTRIBUCIÓN NORMAL EN LA PRODUCCIÓN DE LOS COLECTIVOS DE VIVIENDA EN ALTURA DE CORVI
El Catastro Nacional de Condominios Sociales (Minvu, 2014a) identifica 20 entidades involucradas en la producción de 21.941 unidades de Condominios Sociales de Viviendas entre 1936 y 2014. Como se mencionó, por medio de este último concepto se normalizan una amplia gama de diferencias tipológicas que distinguen diversos modos de producción, de formas, de disposición y de uso de los bloques de vivienda de interés social a través del tiempo. La normalización tiene, por cierto, un sentido práctico, que radica en articular una población de entidades de copropiedad, equivalentes a las unidades o módulos de bloques de viviendas, que puedan ser receptoras de fondos públicos destinados a su reparación y mantenimiento, dado que se trata de la infraestructura discontinua que acoge 346.392 unidades de vivienda de interés social que, de seguir su deterioro, duplicaría el déficit de viviendas del país.
Fuera de este aspecto propiamente gubernamental, el catastro integra los datos de casi la totalidad de la producción de edificaciones asociables a la tipología de bloque de vivienda de interés social, organizando una imagen de frecuencias de los diversos hitos de producción de este proceso e identificando las entidades responsables de cada uno de ellos ( Figura 1 ). Al respecto, lo primero que debe ser señalado es que el 38,8 % de los casos catastrados no presentan información sobre la entidad responsable de su diseño y construcción, lo cual está graficado en la Figura 1 como área. Es posible verificar que, si bien es una situación constante, se incrementa notablemente una vez iniciado el ciclo neoliberal, durante la dictadura cívico militar y en el período de su institucionalización, y durante los gobiernos de Frei Ruiz-Tagle y de Lagos Escobar.
El primer caso puede ser atribuido al efecto conjunto entre el desmantelamiento de CORVI y la entrega a una multiplicidad de empresas constructoras privadas las tareas de diseño y construcción de los bloques de vivienda de interés social, lo que trajo consigo una amplia heterogeneidad de diseños cuyos planos no siempre fueron resguardados por los municipios y/o las empresas. El segundo caso puede ser atribuido a una situación de similar desprolijidad e iguales motivos protagonizada por un recambio de los actores neoliberales estatales y privados. En comparación con ello, en el período de operación de CORVI se presenta mayor normalidad, por lo menos en el sentido de apego a un orden del cual se tiene mayor registro legal sobre los aspectos señalados.
Considerando el conjunto de datos levantados por el Catastro Nacional de Condominios Sociales (Minvu, 2014a), la participación de la obra de CORVI en el total de bloques de
vivienda de interés social construidos desde 1936 en adelante alcanza un 10 %, con 2.165 bloques edificados en 20 años, los que contienen un 10,6 % de las unidades de departamentos en bloques. CORVI solo es superada por la producción del Programa de Vivienda Básica, implementado por SERVIU durante 30 años y ejecutado a través de constructoras privadas. En esto nuevamente CORVI da cuenta de una mayor normatividad, pues su producción se encuentra bajo un único alero institucional que permite el
desarrollo de un proceso de diseño generativo y continuo. Fuera del aspecto institucional, esta continuidad no implica una regularidad edificatoria que repite sus números cada año. Por el contrario, los datos expresados en la Figura 2 dan cuenta de una distribución cíclica y normal de las cifras de construcción de CORVI, que no son iguales de un año para el otro, ni se distribuyen de la misma manera en todas las regiones.
Las explicaciones a este modo de distribución de los datos de edificación pueden encontrarse dentro de las curvas que dibujan los aumentos y disminuciones del número de bloques de viviendas construidas, dado que es posible asociar cada uno de
ellos a la diversificación tipológica de CORVI. El comportamiento de las cifras expresadas en las Figura 1 y Figura 2 no corresponde al de un solo tipo de bloque, sino al de la producción de 21 tipologías de ellos o, por lo menos, de 17 de las que este trabajo tiene la certeza de que fueron edificadas. Al verificar las soluciones formales de cada estas edificaciones es posible trazar continuidades que no son observables en los modos de distribución de las cifras anteriores. Corresponden a lo que se
identificó como regularidad tipológica en los diseños CORVI y el proceso que dibujan es lo que se aborda a continuación.
LA REGULARIDAD EN LOS COLECTIVOS DE VIVIENDA EN ALTURA DE CORVI
Los colectivos de vivienda en altura de CORVI heredaron mucho de lo desarrollado por la Caja de la Habitación, en su planificación de la población Presidente Juan Antonio Ríos,
comenzada en 1946 y continuada por CORVI a partir de 1953. En primer lugar, reproducen la práctica de serializar los diseños de manera de organizar una trazabilidad entre ellos. Esto es lo que permite entender, en segundo lugar, que los equipos CORVI diseñaran con una idea ya formada de colectivo de vivienda modular, pues las dos tipologías desarrolladas por la Caja de la Habitación (81 o 381 y 125 Dúplex) son en realidad agregaciones verticales de dos tipos de casas de tres dormitorios, pareadas y preexistentes, de uno (81) y de dos pisos (125) ( Figura 3 ).
Finalmente, estas tipologías fueron desarrolladas para ser construidas en más de un emplazamiento, adecuándose a situaciones topográficas y climáticas diferentes, lo que obliga a diseños estandarizados, menos singulares y pensados para una replicabilidad industrializada. Los edificios que siguieron de la tipología 81 fueron emplazados en las poblaciones presidente Ríos (Santiago), Quebrada Márquez (Valparaíso), Lorenzo Arenas (Concepción, 1949) y Vicente Navarrete (Santiago, 1949). Por su parte, la tipología 125 Dúplex fue emplazada en las poblaciones presidente Ríos y la población Vicente Navarrete de Santiago.
En un gesto de evidente continuidad, los equipos de la CORVI reprodujeron en sus diseños la morfología de bloques de vivienda aislados, de una crujía, con una altura entre tres y cinco pisos, con una escalera, estructura de hormigón y con medidas estandarizadas, de manera similar a lo realizado por la Caja de la Habitación. Identificaron las diversas variantes con códigos numéricos, que serán las característicos de CORVI y que, a su vez, muestran la concepción temprana de un modelo de industrialización de la vivienda mediante la producción de formas estandarizadas como tipos de soluciones adaptables.
Las primeras tipologías CORVI, 400 y 500 desarrolladas entre 1954 y 1960 ( Figura 4 ), articulan un modelo de bloque aislado de cuatro o cinco pisos, con departamentos de tres dormitorios, cocina, baño y estar, dispuestos bajo un diseño de espejo en torno a una caja escalera central, sin galerías o pasillos, que se agrupaban de a dos volúmenes unidos solo por un vértice. Se agregó un espacio llamado logia, que operaba como un lugar pequeño de lavado y secado de ropa. En estas tipologías, la cocina y el baño no eran adyacentes, de manera que las zonas húmedas se encontraban en distintas partes de los departamentos. Se consideraron dos tipos de unidades de vivienda, una de 71,39 m2 (tipo A), de estar más amplio, y una de 60,5 m2 (tipo B). Dada su altura, los edificios 500 debían incluir una copa de agua sobre su techo para asegurar una adecuada presión, por lo cual se terminaron privilegiando los modelos de cuatro pisos, como la tipología 401.
Esta última tipología corresponde a un bloque en forma de “T” donde, desde la caja de escaleras, se proyecta un tercer módulo de departamentos conectado por un pasillo ( Figura 5 ). Esto acentúa una idea de bloques de viviendas que se unen, por uno de los lados superiores de la 'T' a otro edificio dispuesto de manera inversa. El modelo 401 replica la existencia de dos tipos de departamentos, uno de 89,71 m2 (tipo A), que se reduce en el primer piso a 85,58 m2, y uno de 83,5 m2 (tipo B). Cada unidad presenta una distribución de tres dormitorios, un baño, estar y cocina, pero el baño y la cocina son adyacentes y están pareados a los del departamento contiguo, unificando la zona húmeda del piso. Este tipo de edificios fueron edificados el sector 2B de la población Presidente Ríos, en el parque San Eugenio (Ñuñoa) y en calle Pintor Cicarelli con Carmen en la comuna de San Joaquín.
La continuidad de este modelo morfológico se desarrolló en las tipologías 1003 y 1004 y replica tanto la forma de ‘T’ de los edificios, las plantas de tres unidades de departamentos aislados y el modo de articulación de los edificios como entramado. La tipología 1003 ( Figura 5 ) presenta dos tipos de departamentos, un primer tipo de 84,95 m2 (tipo A), del cual hay dos unidades por piso y que es de superficie menor en el primer piso (78,63 m2, tipo A1), y un segundo tipo de 90,75 m2 que está en la sección aislada de los otros, que se puede apreciar en la población Gómez Carreño (Viña del Mar).
Respecto de la tipología 1004,
aunque son muy parecidos en su configuración, tamaño e imagen, tipológicamente se diferencian en cuanto a la localización del sistema de circulación vertical conformando una unidad arquitectónica a partir de la articulación perpendicular de los bloques y la ubicación central de la caja de escaleras. A partir de esta lógica tipológica en forma de “T”, los volúmenes pueden unirse a lo largo de una manzana configurando espacios lugares semipúblicos, pero a su vez manteniendo una continuidad. Poseían terraza, logia, tres dormitorios y un baño (Minvu, 2014b, p. 198).
En el modo de agrupamiento de este tipo de unidades, las cajas de escaleras juegan un rol importante, pues sirven de núcleo a los volúmenes con departamentos y, a diferencia de las otras tipologías de bloques, se vuelve a utilizar pasillos para la distribución de circulaciones.
Esto se elimina completamente en la tipología 1001, que se proyectó para el sector 2B de la población Presidente Ríos, pero que finalmente no se concretó. Se trataba de edificaciones de cuatro pisos, con cuatro departamentos por piso, organizados en torno a una caja de escaleras y pasillos internos, a la manera las tipologías 400 y 500. Los bloques 1001 contaban, por piso, con dos departamentos de tres dormitorios, un baño, una cocina y un estar (tipo A) y dos departamentos de dos dormitorios un baño, una cocina y un estar (tipo B). La tipología 1002 elimina una de las unidades de dos dormitorios asumiendo una distribución de tres departamentos por piso, servidos solo por la caja de escaleras, lo que permite un módulo de volumen mucho más compacto ( Figura 4 ). Esta tipología presenta tres departamentos que reproducen el programa interno de tres dormitorios, un baño, una cocina y un estar en 65 m2 (tipo A) y en 57 m2 (tipo B). Los dos departamentos tipo A se articulan simétricamente como imagen espejo mientras que el tipo B lo hace de manera aprovechar el espacio que dejan en la disposición rectangular del piso. El diseño 1002 corresponde a un bloque aislado y, como tal, fue construido con la villa Salvador Cruz Gana (Ñuñoa, 1964).
Las tipologías 1006 y 1007 corresponden a una variante de la tipología 1002 ( Figura 6 ). En términos morfológicos y estructurales es el mismo tipo de edificación agrupada linealmente en dos y tres unidades o segmentos, con cajas de escaleras y entradas independientes. Los pisos contienen solo dos departamentos de 65 m2 por piso, en cuatro pisos de altura y fueron los modelos que tuvieron mayor replicación hasta ese momento, siendo construidos en la villa Salvador Cruz Gana y en la población Gómez Carreño, y en versiones de 5 pisos en la población San Joaquín Poniente y en la villa El Pinar, ambas en Santiago.
Las tipologías racionalizadas fueron el siguiente paso para desarrollo del diseño CORVI y se elaboraron en dos períodos, en 1966 y en 1970. Sus modelos reinterpretan y actualizan lo anterior, tanto para las tipologías de casas como para las de los colectivos de vivienda en altura. En este último caso, las tipologías 1010 y 1020 racionalizan los diseños 400 y 500 en modelos de cuatro pisos concebidos como bloques aislados, posibles de ser agrupados de manera continua o discontinua uniendo sus vórtices laterales. La idea de racionalización refiere a la reducción del gasto constructivo sin desmedro de la calidad habitacional, por lo cual se agrupan y parean los programas húmedos, se estandarizan las unidades de vivienda y las cubicaciones y se reducen las superficies de algunos programas (Vergara et al., 2021).
La tipología 1010, de cuatro pisos, incluye en cada uno de ellos tres departamentos de 47,43 m2 (tipo A) y uno de 54,1 m2 (tipo B), con una distribución interna de dos dormitorios, un baño, cocina y estar, este es el primer caso con menos de tres dormitorios y que considera una densidad de 4 camas. La tipología 1020 reproduce la misma operación en tres departamentos de 66,18 m2 (tipo A) y uno de 75,36 m2 (tipo B) por piso. Esto permite que, en ambos casos, y al igual que en la tipología 400, la escalera quede a la vista en el frontis del edificio.
Hacia 1970, los equipos CORVI elaboraron los prototipos racionalizados 1011 y 1021, como variantes de los anteriores. En el caso de 1011, se vuelve a la distribución de tres dormitorios, un baño, cocina y estar como configuración básica, imitando el modo de distribución del 1020, pero en una superficie más pequeña, pues el departamento tipo A cuenta con 56,55 m2 y el tipo B con 59,03 m2. Solo el primer piso considera cuatro departamentos similares de tipo A, los tres restantes incluyen dos departamentos tipo B por piso, ubicados hacia la fachada principal del edificio, y dos de tipo A, que dan a su fachada posterior (Minvu, 2014b). El colectivo 1021, por su parte, mantiene en lo grueso las distribuciones y superficies del 1020, pero suma un pequeño baño donde solo cabe un wáter, de manera que en rigor su distribución es de tres dormitorios, dos baños, cocina y estar. Al igual que en la tipología 1011, los departamentos del primer piso son iguales entre sí (68,38 m2), mientras que los pisos superiores contienen dos unidades de 76,65 m2 (tipo B), adyacentes e intercaladas con dos de tipo A, de manera que las fachadas principal y posterior son idénticas. Esta tipología fue edificada en los conjuntos habitacionales
J. M. Balmaceda (Osorno, 1974) y Las Nieves (Coyhaique, 1978).
Junto con lo anterior, se diseñaron las tipologías 1040 y 1050 como parte de una estrategia de densificación de conjuntos ya construidos, como la población Santiago Amengual (Pudahuel), aunque no llegaron a concretarse. El colectivo 1040 consideraba exclusivamente dos departamentos por cada uno de sus cuatro pisos, de una superficie neta de 57,69 m2 cada uno. Siguiendo la convención ya asentada, los departamentos estaban unidos por una caja de escaleras y pasillos de 2,53 m de ancho, levemente inferiores a los 2,7 m habituales. Contenían tres dormitorios, un baño, cocina y estar y, aunque eran más amplios en superficie, el edificio resultó es más ser el de menor volumen de los proyectados.
En contrapartida, el colectivo 1050, proyectado con 15 pisos, resulta ser el único modelo que presenta una morfología diferente a la del bloque compacto dentro de las tipologías racionalizadas. A pesar de ello, posee cuatro departamentos por piso, de superficie de 72,78 m2 cada uno, unidos por una caja central de escaleras y pasillos de tres metros de ancho. Tal como en los otros casos, la distribución de los departamentos corresponde a tres dormitorios, un baño, cocina y estar, sin considerar balcón. Salvo en la mencionada tipología 1040 y en la 1011, que consideraba una ocupación máxima de cuatro camas para el departamento tipo A, el resto de las tipologías racionalizadas ( Figura 7 ), disponían de una ocupación promedio de 6 a 7 camas, lo que evidencia una fortaleza inercial en el imaginario del tamaño de los núcleos familiares, independiente de las diferencias morfológicas.
Finalmente, hacia 1971 se exploraron adecuaciones climáticas a algunas tipologías y surgieron versiones que se denominaron regionalizadas. Una de ellas es la 1042 que, diseñada para la zona sur, considera una estructura y tabiques de madera para el cuarto piso, además de unir logia y cocina, agregar cerramientos a la caja de escalera y adoptar una cubierta con mayor pendiente. Con la misma lógica se diseñan las tipologías 1012 y 1022 que incluyen una cubierta de mayor pendiente, aleros, una hojalatería más completa y de mayor dimensión, revestimientos de muros de hormigón con estuco en su totalidad, perfiles de ventanas de mayor espesor, incorporación de la logia a la cocina como un recinto cerrado, empleo de más cantidad de madera en revestimientos y ventanas, y la agregación de ductos para calefactor a parafina (Rivera et al., 1974).
Del proceso regionalizado de diseño también surgieron nuevas tipologías, como los colectivos 3101, 3502 y 3503 que empleaban nuevas morfologías y, con ello, el cierre de la etapa del bloque de rectángulo acotado que caracterizó las tipologías CORVI. El colectivo 3101 corresponde a un edificio en forma de ‘H’, de dos volúmenes sin pilares aislados, de tres pisos cada uno, conectados en el centro por la estructura de una escalera abierta y metálica. Considera dos departamentos por piso, subdivididos por tabiques en rectángulos regulares, con capacidad de seis camas y una superficie de 53,75 m2, al que se agregan 2,3 m2 de espacios comunes: un pequeño patio o balcón que da a la escalera. Las instalaciones sanitarias y de gas se ubican en un shaft que separa el baño de la cocina, eliminando los recorridos horizontales de cañerías ( Figura 6 ). El colectivo 3101 estaba diseñado de la manera más económica posible, ya que se esperaba entregarlo “con los recintos interiores cerrados sólo con los tabiques indispensables, dejando al usuario la tarea de ejecutar las terminaciones, puertas interiores, pavimentos, pinturas, etc.” (Rivera et al., 1974, p. 13).
La tipología 3502 corresponde a un bloque aislado de viviendas tres pisos y morfología cuadrada, con el centro vacío. Cada una de sus plantas contiene cuatro departamentos de 54,92 m2, con forma de ‘L’ que articulan la forma cuadrada. La distribución interna corresponde a tres dormitorios, un baño, cocina y un estar e incluyen un espacio, adyacente que se denomina ‘sala múltiple’, el cual se propone pueda ser ocupado por una cama. Las circulaciones son servidas por dos cajas de escaleras metálicas, ubicadas en costados opuestos, que desembocan en un pequeño balcón por el que se entra a cada departamento, como en el colectivo 3101. Eso conforma dos fachadas principales ( Figura 8 ). El prototipo de esta tipología fue construido en la “Exposición Demostrativa Santiago Amengual” (Lo Prado), pero fue replicado en las comunas de La Serena (Vista Hermosa), Copiapó (villa Eleuterio Ramírez), en La Florida y Lo Prado, entre otras, a partir de 1976.
Por su parte, la tipología 3503 es una versión similar, pero de espacios más reducidos ( Figura 8 ). Los planos de los departamentos declaran una superficie de 52,81 m2 y una capacidad de seis camas. Se excluye el espacio ‘sala múltiple’, se reduce el estar y no se incluyen los espacios para clóset presentes en la tipología 3502. En loque corresponde a la morfología cuadrada de la edificación, la disposición en ‘L’ de los departamentos, el vacío central y el tipo de accesos se sigue lo establecido en la tipología anterior.
Las tipologías 3101, 3502 y 3503 corresponden a los últimos modelos por CORVI, la que desaparecerá institucionalmente en marzo de 1976, y fueron replicadas principalmente en comunas de Santiago, en particular, Lo Prado, Ñuñoa, Pudahuel, Peñalolén y La Florida, donde es posible observar casos de agrupación aislada, pareada o en conjuntos articulados discontinuamente mediante las estructuras de escalera.
DISCUSIÓN. COMPORTAMIENTOS NORMALES Y REGULARES EN LA OBRA EN ALTURA DE CORVI
Como se puede observar, la evolución de la curva normal de producción de unidades de bloques de vivienda que de CORVI ( Figura 9 ) identifica una primera fase, ubicada entre 1953 y 1959, en la que se diseñan y edifican los colectivos tipo 400, 401 y 500, los que materializan las políticas de vivienda de un industrialismo tardío, representado por el último gobierno radical de Juan Antonio Ríos. El gobierno proempresarial de Jorge Alessandri inaugurará, hacia 1960, una nueva curva productiva protagonizada por los colectivos de la serie 1000, cuya edificación durará hasta 1966, ya entrado el gobierno democristiano de Eduardo Frei, que promoverá una nueva fase a cargo de los diseños racionalizados de CORVI.
El período de producción de estos últimos modelos presenta una curva irregular, pues se alternan varios procesos. En primer lugar, CORVI diseña y edifica masivamente dos tipos de colectivos racionalizados en 1966 (1010 y 1020), que siguen las convenciones de la tipología 400. Entre 1969 y 1971 se diseñan y construyen dos nuevas versiones (1011 y 1021), un colectivo más pequeño y una torre que no llegan a edificarse, pues no se concretiza el plan de densificación al que estaban asociados; en su lugar, se privilegia el desarrollo de versiones con mejor adaptación climática de los modelos básicos (1012 y 1022) y tres tipologías de construcción más barata, que privilegian el uso de ladrillo, escaleras de metal expuestas yunaalturadetrespisos(3101,3502 y 3503).Estos últimos modelos se construyen ya en dictadura y se suman en los números a poblaciones de 1010 que ya estaban comprometidas para su construcción, por ello el último período presenta una distribución productiva menos normalizada. Además,estas últimas tipologías serán adaptadas en forma libre por empresas constructoras privadas en la “Exposición Demostrativa Santiago Amengual” convocada por CORVI y constituirán la base regular de los bloques de viviendas de interés social producidos en las fases de instalación y consolidación del ciclo neoliberal.
En términos de este proceso, si las etapas tempranas de la producción CORVI de colectivos de vivienda en altura estaban organizadas por procesos de estandarización menos rígidos, enfocados en los procedimientos constructivos como una suerte de industrialización de las prácticas en obra ( Bravo Heitmann, 1996 ); las fases de consolidación, que coinciden con los diseños racionalizados, buscaron incrementar la velocidad de producción y bajar los costos de las unidades de viviendas, aprovechando la estandarización material ya existente, haciendo más rígido ese aspecto. La idea de racionalizar aplicaba tanto el proceso productivo como a sus gastos materiales, evitando ‘sobrantes’. Esto es continuado en las fases tardías de CORVI, en las que se abandona la estandarización del proceso y de las dimensiones en pos de lograr un menor costo en materiales.
Frente a estos elementos, que pueden ser considerados parte del comportamiento normal de la producción de colectivos de vivienda por parte de CORVI, la regularidad del proceso no puede ser explicada por una producción numéricamente discontinua, sino por ideas proyectuales persistentes sobre los bloques que fundamentan una consecución de diseños con formas y programas similares y continuos, que trazan un conjunto tipológico. Estas convenciones incluyen un programa de vivienda que considera cocina y baño, estar y comedor unificados y dos o tres dormitorios, que será objeto de una estandarización progresiva; y un modelo de bloque basado en unidades de viviendas agregadas modular y verticalmente en cuatro pisos de dos pares de viviendas pareadas, unidas mediante una caja de escaleras. En tal sentido, serie y estándar son empleados como repertorios de “transportar la medida para transportar las propiedades” ( Thévenot, 1993 , p. 87), y como forma de organizar un marco de referencias para el conjunto observado.
CONCLUSIONES
Por cierto, hay variaciones entre los modelos básicos empleados por de CORVI que pueden ser supuestas en el comportamiento mostrado por los números de edificación de colectivos de vivienda entre los años 1953 y 1978, pero, sobre todo, pueden ser observadas al analizar las diversas tipologías que protagonizan lo anterior y que van desde el colectivo tipo 400 al tipo 3503. Esto ayuda a constatar que los diferentes modelos que conforman las series tipológicas presentan adecuaciones a ideas regulares de vivienda y bloque que, dada la ausencia de una legislación que las obligue, y descartando que sean efecto normativo de orden burocrático (Raposo, 2001), caben ser asignadas al efecto de convenciones compartidas por quienes diseñaban dentro del marco sociotécnico de la época.
Esto último ayuda a explicar las diferencias entre las versiones industrializadas, racionalizadas y regionalizadas no solo como variaciones en los énfasis ideológicos, sino como adecuaciones técnicas, no contrapuestas, a fases de una modernización que comenzaba a agotar su ímpetu desarrollista. Junto con esto, otro aspecto regular de estas tipologías se encuentra en la composición programática de las unidades de vivienda de interés social y en sus modos de disposición, que conllevan la persistencia de un orden jerárquico de las relaciones y una concepción modular y/o situada en el habitar, dando forma a un orden biopolítico de la familia.
Las convenciones que operan en los modos de distribución y proporción de las plantas y de las edificaciones es lo que permite hablar de una regularidad objetual en los bloques de vivienda, cuya evolución se muestra independiente de la evidenciada por la producción de unidades, aunque ello no implica que sea del todo estable, es decir, que las métricas de programas y departamentos sean iguales entre tipologías. Como sostiene Susan Leight Star (2010 ), en objetos abstractos como las tipologías o los modelos, ello no es necesario ni deseable, pues deben mantener una flexibilidad interpretativa que facilite su concretización en escenarios contingentes, simplemente deben ser suficientemente parecidos entre sí para ser considerados como un conjunto coherente y ello es lo que permiten los elementos convencionales señalados.
Pese a las variaciones que son posibles de observar entre las tipologías de colectivos de vivienda CORVI, y los diversos escenarios sociotécnicos en que fueron desarrollados, también es posible identificar elementos de continuidad que las articulan como una solución formal regular, que da cuenta de aspectos persistentes en el tiempo, expresando una gramática común dentro de un conjunto plural ( Thévenot, 2019 ). La utilidad de lo anterior radica en la posibilidad de realizar preguntas similares, sobre la función de los regímenes de valores en el actual proceso de verticalización residencial en altura, en explorar el efecto de los valores y de sus regímenes en tanto un elemento regular que organiza el diseño y la producción de lo material en la sociedad chilena.
La regularidad serial, programática y tipológica de los colectivos de vivienda en altura de CORVI resultan un antecedente interesante para analizar a la luz de la posterior verticalización de las edificaciones, lo que es posible hacer si se sigue la evolución regular de las formas de arquitectura y vivienda, eludiendo el efecto de normalización que producen los instrumentos estadísticos en uso, como el Censo de Vivienda la Encuesta de Edificación o los datos del Formulario Único de Edificación. En ese contexto, el Catastro Nacional de Condominios Sociales (Minvu, 2014a) resultó un paso en la dirección de una mayor gobernanza tipológica, que no debiera ser desechado.
DECLARACIÓN DE AUTORÍA
Jorge E. Vergara-Vidal, Conceptualización, Adquisición de fondos, Investigación, Metodología, Administración del proyecto, Supervisión, Redacción – borrador original, Redacción – revisión y edición.
Resumen:
INTRODUCCIÓN
MARCO TEÓRICO
METODOLOGÍA
LA DISTRIBUCIÓN NORMAL EN LA PRODUCCIÓN DE LOS COLECTIVOS DE VIVIENDA EN ALTURA DE CORVI
LA REGULARIDAD EN LOS COLECTIVOS DE VIVIENDA EN ALTURA DE CORVI
DISCUSIÓN. COMPORTAMIENTOS NORMALES Y REGULARES EN LA OBRA EN ALTURA DE CORVI
CONCLUSIONES
DECLARACIÓN DE AUTORÍA